lunes, 30 de septiembre de 2013

AUTOCONCEPTO E IDENTIDAD.

Parece realmente complicado decantarse por una definición única del término autoconcepto ya que son numerosos los autores que lo definen y han investigado sobre ello. La falta de una definición universal ha sido uno de los grandes problemas a los que la literatura al respecto se ha enfrentado (Bracken, Bunch, Keith, y Keith, 2000). A esta dificultad debemos añadirle los problemas implícitos que ha presentado la traducción del inglés, y la variedad de términos encontrados de idéntica semántica. En la literatura americana los términos más utilizados para referirse a esta temática son autoconcepto y autoestima; mientras que en la europea se emplean con más frecuencia los términos de conciencia y representación de sí mismo (L'Ecuyer 1978).
Dicha confusión conceptual sobre el tema del autoconcepto, se puede apreciar en la proliferación de términos usados por los distintos autores, tales como ‘conciencia de sí mismo’, ‘autoimagen’, ‘autopercepción’, ‘representación de sí’, ‘autoestima’. No obstante, se refieren básicamente a los mismos contenidos. En términos generales, el autoconcepto es la percepción de sí mismo, de manera específica, son las actitudes, sentimientos y conocimientos respecto a las propias capacidades, habilidades, apariencia y aceptabilidad social. Aunque los utilizados con mayor frecuencia son autoconcepto y autoestima, algunos autores (Hughes, 1984) reconocen la tendencia a utilizarlos como sinónimos, pero en líneas generales, se acepta que el autoconcepto engloba ambos aspectos.
   Revisando un poco la historia, antes del siglo XX la discusión acerca del ‘yo’ se centraba en torno a conceptos metafísicos tales como: alma, espíritu o voluntad, encuadrándose, dentro de los ámbitos filosófico y religioso. Las raíces remotas acerca de cómo se produce el propio autoconocimiento y cómo tal conocimiento afecta a la conducta, se encuentran en las especulaciones filosóficas de muchos autores, y los primeros psicólogos aceptaron su estudio como un legado. Precisamente, la elaboración, por parte de la psicología del constructo del ‘autoconcepto’, término acuñado en el siglo XX, representa un modo de acercamiento a la antigua cuestión filosófica de ‘¿quién soy yo?’ (González, Tourón e Iriarte, 1994).En este sentido, podemos remontarnos a Platón (en ‘Sobre el alma’ o ‘Fedón’) o bien a Aristóteles y sus contemporáneos para encontrar alguna referencia a la dicotomía cuerpo y alma (hilemorfismo). Hasta el siglo XVII, con Descartes y su cogito ergo sum, no se enfatiza la centralidad del ‘yo’ en la conciencia, si bien Locke y Hume añadieron un nuevo ingrediente que mejoró la ecuación la importancia de la experiencia (empirismo). Posteriormente, Kant, en su ‘Crítica a la Razón Pura’, especificó la distinción entre el ‘yo’ como sujeto y el ‘yo’ en cuanto objeto, que más tarde abordaría también Schopenhauer (conocedor-conocido).Ya en el siglo XIX, William James (The Principles of Psychology, 1890) elaboró una forma más convincente de distinguir entre sujeto-objeto y le dio al autoconcepto un tratamiento más profundo que cualquiera de sus predecesores. Su idea clave fue la categorización del ‘yo global’ en dos aspectos: el ‘mí’, para la persona empírica, y el ‘yo’, para el pensamiento evaluativo, considerando el ‘yo global’ como la simultaneidad de ambos.En esta línea evolutiva, a principios del siglo XX aparecieron nuevas ideas, tales como la de Cooley, el ‘interaccionismo simbólico’, ofreciendo una alternativa a las de James y Freud, que suponían la existencia de los individuos anterior a sus contactos y relaciones, y que después ampliarían otros autores como Mead, Cattell, Alpport, Goffman y Erikson, entre otros (en Díaz-Aguado y Baraja, 1993).
 En la segunda mitad del siglo XX, tres cuestiones producen un aumento en el estudio del ‘yo’: 1) los trabajos realizados durante los años 1950 y 1960 sobre la autoestima; 2) el interés por el estudio de los procesos cognitivos en psicología; y 3) la aparición de una serie de medidas como la escala de auto-conciencia de Feningstein, Scheier y Buss (1975).
Wylie (1961) definió al autoconcepto como el estudio de la conciencia directa. Una de las tesis fundamentales de esta teoría es que la conducta se ve influenciada no sólo por el pasado y por las experiencias presentes, sino además por los significados personales que cada individuo atribuye a su percepción de esas experiencias. Ese mundo personal privado del individuo es el que más influye sobre su conducta. De este modo, el comportamiento es más que una mera función de lo que nos sucede desde el exterior, y es también una consecuencia de cómo creemos que somos.A partir de ahí, aparecen nuevas aportaciones, en el sentido del autoconcepto como conjunto de actitudes del ‘yo’ hacia sí mismo. De igual forma, comienzan a emplearse los términos: autoimagen, autoconfiguración, autovalía o autoeficacia y autoestima, en sentido autoevaluativo o autovalorativo, que cada autor argumenta para distinguirlo y darle mayor peso específico.
    Markus (1977 citado de Bower, 1983) menciona que el autoconcepto es una estructura cognitiva organizada que se forma a partir de la experiencia que uno tiene de sí mismo, y que los individuos, retienen nociones estereotipadas de sí mismos. El intento para organizar, resumir o explicar la propia conducta resulta de la formación de estructuras cognitivas acerca de sí mismo, a las que llama ‘esquema del sí mismo’ u ‘organización del sí mismo’. Estas son generalizaciones cognitivas derivadas de la experiencia social del individuo. Esto distingue a personas con un esquema fuerte para autodefinirse, de aquellos que no lo poseen. Las primeras pueden procesar información de sí mismos con rapidez, predecir sus conductas futuras, resistir la información incongruente, y evaluar la relevancia de la misma información.
Por tanto, hasta la década de 1970, el término auto-concepto fue comúnmente aceptado como un constructo ‘unidimensional’, unitario y global, que depende de la experiencia general del sujeto. Sin embargo, en los últimos 30 años, el concepto ha ido adoptando un modelo ‘multidimensional' que se esfuerzan en demostrar que el auto-concepto es propiamente multidimensional y jerárquico, que se estructura en áreas de experiencia aunque todas ellas estén relacionadas, de modo que podamos establecer un nivel general de auto-concepto (Pérez-Delgado y Mestre, 1994.).
  Wylie (1974) opina que el autoconcepto incluye las cogniciones y evaluaciones respecto a aspectos específicos del sí mismo, la concepción del sí mismo ideal y un sentido de valoración global, autoaceptación y autoestima general. Epstein (1981), tras hacer una profunda revisión de una serie de autores y para poder tener una idea más clara sobre el autoconcepto, destaca como más sobresalientes sus principales características:
·
 Es una realidad compleja, integrada por diversos autoconceptos más concretos, como el físico, social, emocional y académico.
·
  Es una realidad dinámica que se modifica con la experiencia.
·
 Se desarrolla a partir de las experiencias sociales, especialmente con las personas significativas.
·
  El autoconcepto es la clave para la comprensión de los pensamientos, sentimientos y conductas o comportamientos de las personas.

De 1980 en adelante, la concepción del auto-concepto sufre un cambio de perspectiva, de un constructo ‘unidimensional’ a ‘multidimensional’, condicionado por la importancia que se le dio a la posible influencia que podía ocasionar el ‘mundo exterior’ para su desarrollo. El auto-concepto implica juicios que permiten conocerse, reconocerse y definirse, es decir, forman parte de su conciencia de ser y estar. Debido a que se define desde diversos enfoques, se pueden utilizar diferentes términos como conocimientos de sí mismo, autoestima, imagen de sí mismo y autoconcepto de sí. La formación del autoconcepto se da fundamentalmente por la socialización entre el mundo de los padres y los iguales (Oñate 1989).Así pues, muchos autores de esta década fueron postulándose definitivamente por un contructo ‘multidimensional’.  Roid y Fitts (1988) definen el auto-concepto como un conjunto multifásico de percepciones y expectativas con respecto a las habilidades, limitaciones, conductas típicas, relaciones con otros, y sentimientos positivos y negativos de valores personales. Según estos autores, la estructura del auto-concepto está compuesta por tres dimensiones en las que se estructura la experiencia sensible del sujeto, y que constituyen los siguientes factores internos: a) identidad (con predominio del componente cognitivo), b) autosatisfacción (para el área afectiva); y c) conducta (referido al área del comportamiento).

Por otra parte, Roid y Fitts (1988) añaden cinco dimensiones o factores externos que abarcan todo el campo experimental del sujeto y que son definidas de la siguiente manera:
 Ser físico: se refiere al punto de vista del sujeto sobre su propio cuerpo material, el estado de salud, el aspecto físico, su capacidad y sexualidad.
Ser ético - moral: hace referencia a la percepción del sujeto sobre su propia fuerza moral, su relación con Dios, su convicción de ser una persona buena y atractiva moralmente, la satisfacción con su propia vida religiosa (o la ausencia de ella).
Ser personal: se refiere a la auto percepción sobre los valores interiores del sujeto, su sentimiento de adecuación como persona y la valoración de su personalidad independientemente de su físico y de sus relaciones con los otros.
Ser familiar: refleja el propio sentimiento de valoración e importancia del individuo como miembro de una familia y como perteneciente a un círculo restringido de amigos.
Ser social: tiene que ver con la percepción de la relación de uno mismo con los otros. Hace referencia a la capacidad de adaptación de un sujeto con el medio y el valor de su interacción social con las otras personas en general.
Los cinco aspectos externos del auto-concepto y los tres aspectos internos se cruzan, y la identidad, la autosatisfacción y la conducta están configuradas por componentes del ‘yo’ físico, moral-ético, personal, social y familiar. Además, las actitudes hacia sí mismo en cada uno de estos cinco campos de experiencia (físico, moral-ético, social, familiar y personal) tienen un componente cognitivo (identidad), un componente afectivo (autosatisfacción) y un componente comportamental (conducta). Estos cinco aspectos externos aparecen en la Tennessee Self Concept Scale, construida por Fitts (1965), pero en la última versión (Fitss y Warren, 1996) los autores realizan una adaptación para aplicar también en niños y añaden un factor externo denominado académico/ laboral, que refleja cómo se ven en la escuela o en sus trabajos.
Un ejemplo de interrelación entre los aspectos internos y externos que conforman el término auto-concepto puede ser el caso de un niño que posee una percepción baja (factor interno a nivel cognitivo) en su habilidad física (factor externo a nivel físico) y en cambio una percepción alta (factor interno a nivel cognitivo) en su habilidad social (factor externo a nivel social). Ahora bien, dependiendo del grado de importancia que se le otorgue a cada dominio tendrá una influencia u otra sobre su autoestima. Si le da mucha importancia a su habilidad física, por considerarla un dominio importante, puede afectarle a su autoestima, al percibirla baja, entendida ésta como una reacción afectiva hacia la evaluación de lo que el individuo es (Harter 1990).

       A pesar de la unanimidad que encontramos en utilizar un modelo multidimensional para entender el constructo del auto-concepto, ésta no se ha reflejado a la hora de determinar los dominios primarios que componen el término. Algunos dominios han sido considerados con bastante frecuencia entre los teóricos, pero también, en ocasiones, se han dado omisiones de dominios obvios según Bracken, et al. (2000). Por ello, para dar prueba de la universalidad de los subdominios del auto-concepto, estos autores realizan un estudio de análisis factorial de los cinco instrumentos de medida del auto-concepto y la autoestima más utilizados para valorar tales constructos. 
Estos instrumentos fueron: Coopersmith Self-Esteem Inventory (Coopersmith 1967 y 1987), Multidimensional Self Concept Scale (Bracken, 1992), Piers–Harris Self-Concept Scale (Piers, 1984), Self-Esteem Index (Brown y Alexander, 1991) y Tennessee Self-Concept Scale (Roid y Fitts, 1988). 

 En todos estos instrumentos se proporciona soporte a los seis subdominios del auto-concepto que aparecen en la Multidimensional Self Concept Scale (Bracken, 1992). Estos seis dominios del auto-concepto, son importantes en el funcionamiento psicosocial de los adolescentes, y son: el dominio social, el de la competencia, el afectivo, el académico, el familiar, y el físico. Así, Bracken et al. (2000) proponen que el auto-concepto puede ser conceptualizado como multidimensional, dependiente del contexto y jerarquizado.



Bracken (1992) propuso que los seis factores primarios superpuestos del auto-concepto pueden estar moderadamente correlacionados, y conjuntamente formarían una configuración que tendría como factor general el auto-concepto (Figura 1). Cada uno de estos factores primarios puede ser evaluado por separado, administrando cualquiera de las seis baterías de 25 ítems, o en combinación, donde la batería comprende una evaluación de 150 ítems del auto-concepto global del sujeto.

Para entender estos seis dominios, Bracken (1992) da una pequeña definición de cada uno de ellos:       

Auto-concepto académico: Representa cómo una persona se siente en el ámbito académico o en relación a su progreso en dicho ámbito. Algunos factores que pueden influir en el auto-concepto académico son: (a) éxitos y fracasos en el currículum escolar; (b) dificultad o facilitad para adquirir la información; (c) la inteligencia y las habilidades cognitivas, y en consecuencia, la comparativa con las habilidades de los compañeros; (d) las relaciones con los adultos y compañeros del ámbito escolar; (e) la aceptación de las propias ideas y de los demás en el ámbito escolar.

Auto-concepto afectivo: Hace referencia a los aspectos relacionados con una conciencia auto evaluadora y con la aceptación de un estado de afectividad en los momentos que contribuyen a generar estados afectivos diversos en el individuo. Por ejemplo, contar con un positivo auto-concepto afectivo vendría dado por la capacidad de mantener orientaciones afectivas positivas y hacer frente a situaciones o estados negativos, como puedan ser en un estudiante la ansiedad, avergonzarse rápidamente o enfadarse con facilidad.

Auto-concepto de competencia: Se define como la evaluación que una persona hace de su habilidad en conseguir sus necesidades básicas. La competencia positiva haría referencia a la facilidad para conseguir las necesidades de un individuo.

Auto-concepto familiar: Este dominio hace relación a cómo las personas se sienten como miembros de una familia, con su entorno familiar. El auto-concepto familiar está influenciado por características individuales, tales como la salud física o mental del sujeto, y por características extra individuales, como el tamaño de la familia.

Auto-concepto físico: Hace referencia a cómo una persona se siente en lo que respecta al ámbito físico. Se incluye la apariencia personal (talla o color de pelo, por ejemplo), limitaciones físicas y de salud (enfermedades o buena salud, por ejemplo) y las destrezas (habilidad atlética, por ejemplo).

Auto-concepto social: Refleja cómo una persona se siente en su habilidad de interaccionar con otros, participar socialmente y ser aceptado en el ámbito social.

Bracken et al. (2000) reconocen la existencia de subdominios a partir de estos seis dominios primarios. Por ejemplo, cuando el auto-concepto físico se solapa con el auto-concepto de la competencia, aparece el subdominio del auto-concepto deportivo. Incluso, no descartan la posibilidad de que existan otros dominios primarios del auto-concepto, pero no fueron medidos con ninguno de los cinco instrumentos que analizaron.

En las últimas décadas se ha venido subrayando la importancia del autoconcepto en el bienestar subjetivo desde diferentes ámbitos de la psicología, y esto, ha contribuido para que el autoconcepto tenga un lugar central en la explicación del comportamiento humano (Tesser, Felson & Suls 2000). El interés por estudiar el autoconcepto se deriva de que las personas que se ven positivamente y conducen e interpretan el mundo de diferente manera a las que se ven de manera negativa, hay entonces una relación directa entre autoconcepto y conducta, pues en base al primero, las personas se forjan metas y estrategias. Así mismo, se reflejan variables personales, sociales, ambientales, intelectuales y afectivas (Jurado de los Santos, 1993).Finalmente, surge un interés por el estudio de otros términos como la auto-evaluación, auto-ensalzamiento y el auto-control (Goñi & Fernández, 2007 tomadado de Goñi 2009). El aspecto del auto-concepto que ha recibido mayor atención en la Psicología Social es la parte evaluativa, más conocida como la autoestima (evaluación positiva o negativa que realiza uno sobre sí mismo en términos afectivos, de Tesser y Schwarz 2001). De ahí que para evaluar el auto-concepto se hayan utilizado escalas que en su denominación hacen referencia claramente al término autoestima, como por ejemplo la Self-Esteem Inventory (Coopersmith, 1987) o la Self-Esteem Index (Brown y Alexander, 1991).

Cada persona es única, posee su propio autoconcepto e identidad, dos aspectos que forman parte de la personalidad que en conjunto se desarrollan a través del mundo externo en que vivimos. El desarrollo de la personalidad se encuentra en función de secuencias de estadios, los estadios son cambios, pero también estabilidad, ya que son bloques homogéneos. El ‘yo’ se va fortaleciendo hasta alcanzar una identidad definitiva, siendo la etapa de la adolescencia cuando se debe construir dicha identidad. Posteriormente en el período de adultez inicial se entra al mundo adulto, aquí hay una transición hacia los 30 años con una cierta acomodación, y finalmente se entra en el período de adultez mediana que dura hasta los 50 años, donde culmina el desarrollo de la vida adulta. Erikson (1968).

Para Marcia (1966), los estados de identidad en la adolescencia afectan y forman la identidad futura. Se determinan por la presencia o ausencia de dos elementos cruciales: ‘crisis y compromiso’. La ‘crisis’ se refiere a un periodo de toma de decisión consciente en diversos aspectos importantes de la identidad personal. El ‘compromiso’, implica una decisión en un sistema de creencias  y el involucrarse en actividades que tienen relación con estas.Los 4 estados de la Identidad serían explorados a través de la Escala de Identidad de Groningen (Erikson, Marcia, Bosma), Groningen Identity Development Scale (GIDS), Bosma (1985).

Esta escala fue construida de acuerdo al modelo de Teórico de Erikson de identidad en la adolescencia, examinando las variables en que se presenta:

El contenido-extensión de un compromiso

La intensidad del compromiso

La extensión de la exploración

El resultado del estudio por áreas, fue usado para definir en qué áreas podrían encontrarse los compromisos del examinado, ya que existe la idea que estos compromisos son una muestra de la intensidad y estabilidad del sentido de identidad. Inicialmente fue explorado si existían compromisos en una extensa lista: colegio, ocupación futura, hobbies, tiempo libre, amigos, padres, casa, política, sociedad, relaciones íntimas, religión, uno mismo, interacción social, apariencia física, felicidad, salud, libertad, dinero y otras áreas.Esta lista posteriormente fue abreviada para permitir hacer generalizaciones sobre el sentido de la identidad de la persona, ya que en algunos casos estas áreas están compuestas de más de un compromiso. En cada una de las siguientes 6 áreas la persona es interrogada acerca de su situación e historia:1. Filosofía de la vida: Área compuesta que incluye religión, política y valores en general. Esta área es discutida brevemente y luego se sigue con las otras para chequear nueva información, sobre todo si hay una conexión, si se encuentran íntimamente relacionadas. Esta conexión significa que el compromiso de la persona tiene conexión con dos o tres áreas al mismo tiempo.2. Padres: Cómo es la relación del sujeto con los padres y cómo valora esta relación. Para la mayoría de los adolescentes la relación con los padres es el aspecto más importante de su situación en la casa.3. Amigos: Tienen una importancia central en la vida de los adolescentes.4. Escuela, ocupación futura y del tiempo libre: Si el colegio es significativo en sí mismo, o si lo es como preparación para una vocación futura, y las actividades durante el tiempo libre, un escape de estas obligaciones.5. Características Personales: Tiene relación con las áreas de apariencia física o características del cuerpo, Rol sexual, y personalidad. Es un área compuesta, aunque no necesariamente sea interpretado que constituya algo como el ‘yo’.6. Relaciones Íntimas: Es definida como algo no explícitamente sexual pero incluye por ejemplo relaciones prematrimoniales.

Adentrándonos en el término de Identidad, Berger y Luckmann (1988) no diferencian entre identidad personal y colectiva, porque entienden la identidad como un fenómeno que surge de la dialéctica entre el individuo y la sociedad, y sólo es inteligible dentro de un mundo social.  La idea de identidad social remite a la experiencia de lo grupal, del ‘nosotros’, remite también a los vínculos o como decimos en un lenguaje social más contemporáneo, a las redes (Iñiguez, 2001).

Aquello que denominamos identidad, individual o social, es algo más que una realidad ‘natural’, biológica y/o psicológica, es más bien algo relacionado con la elaboración conjunta de cada sociedad particular a lo largo de su historia, alguna cosa que tiene que ver con las reglas y normas sociales, con el lenguaje, con el control social, con las relaciones de poder en definitiva, es decir, con la producción de subjetividades (Cabruja, 1996, 1998; Pujal, 1996).
Hall (1996) considera que la estructura social, la cultura y las instituciones, son modelos que asumimos desde el momento en que nacemos y serán determinantes a lo largo de nuestras vidas para conformar la identidad. Por tanto, estamos inmersos en una realidad social con carácter histórico, en construcción continua pero que pervive al propio ser humano. Esta perspectiva se caracteriza por un alto grado de determinismo para la conducta humana. “Somos actores que representamos nuestros roles en la sociedad según la situación nos exige en cada momento” (Hall, 1996:18). “Lo social determina lo individual, por tanto, conociendo la estructura social podemos conocer mejor las razones de nuestra conducta” (Hall, 1996:19). Conceptos como poder, liderazgo, obediencia, atracción, comunicación interpersonal…son centrales en este campo.

Rosenberg  y Turner (1979 citado de Back, 1981) hacen hincapié en la necesidad de estudiar las interacciones sociales en situaciones de la vida real. Adquiere importancia la socialización a través de la cual los individuos aprenden a ser miembros de una sociedad, y asociado con ella, el concepto central de identidad que será investigado en ‘situaciones de la vida real’, y no en el laboratorio. Dentro de esas interacciones, encontramos el ‘interaccionismo simbólico’ como la perspectiva con mayor influencia en el estudio y comprensión de la socialización del ser humano. El ‘interaccionismo simbólico’ ostenta cuatro ideas principales, Hall (1996):      

-          El papel de la interacción social: Es importante recalcar el papel activo del ser humano que además sirve como motor del cambio social. Nuestra conducta se establece en la ‘acción sobre el otro’, por lo que somos actores y sujetos de la acción al mismo tiempo.

-          La importancia del pensamiento: Pensar en cada situación específica es un punto central de nuestros actos; y dicho pensamiento está determinado por la interacción con los demás.

-          El papel de la ¿’conceptualización’?: Nuestra concepción de la realidad es el referente a partir del cual actuamos, y se construye a partir de la interacción social y nuestro pensamiento.

-          La importancia del presente: Nuestra situación presente determina nuestros actos.

Finalmente, Hall (1996) propone tres conceptos de identidad que se forman a lo largo del desarrollo personal y social del individuo:

·         Sujeto Ilustrado.

“Persona centrada, unificada, racional y consciente. Se mantiene esencialmente igual a lo largo de su vida. Se define por su identidad personal” (concepción individualista del sujeto y de su identidad). (Hall, 1996:275).·        

·         Sujeto sociológico.

“El sujeto entendido no como un ser autónomo y autosuficiente, sino como un ser constituido a partir de su relación con los otros”. El sujeto queda mediatizado por los valores, significados y símbolos de la cultura en la que vive.
De acuerdo a esta perspectiva, el sujeto existe ‘por sí mismo’ pero está continuamente formándose y modificándose en su relación con la sociedad, que le ofrece distintas referencias de identidad a las que acogerse. “La ‘identidad cultural’ serviría de ayuda al individuo para armonizar la propia subjetividad con el papel que se espera que ocupe dentro de la sociedad”. Para ello cada uno de nosotros internalizamos los significados y valores que pasan a ser parte de nosotros. (Hall, 1996:276).

·         Sujeto postmoderno

         El sujeto postmoderno carece de una identidad fija, esencial o permanente. Dicha identidad se transforma y adapta a los sistemas  culturales en que está inmerso el sujeto. Por tanto la identidad queda definida históricamente, asumiendo el sujeto diferentes identidades a lo largo del tiempo. “La construcción del ‘si mismo’ recoge identidades contradictorias entre sí, quedando tan solo la apariencia de una identidad unificada a través de una ‘narrativa del ser’ que ofrece una visión psicológicamente confortable pero irreal”. En un sistema cultural complejo y cambiante, desarrollamos múltiples identidades, que conforman lo que somos y lo que vamos dejando de ser a cada momento. (Hall, 1996:277).

Para acabar con este apartado, Weston y Heim (2003) aglutinan correctamente todas estas acepciones de la identidad mostradas con la siguiente afirmación: “La identidad es una construcción altamente personal desarrollada a través de la integración de varias identificaciones y des-identificaciones con otras personas significativas y grupos de referencia, y una construcción social generada a través de la interiorización de roles y del reflejo de las valoraciones de otros” (Citado en Gaviria, Cuadrado y López, 2009:441)

De esta definición destacamos cuatro características que la conforman:

-          Se trata de un proceso que se construye de manera principalmente personal.

-          Tiene en cuenta otras personas y/o grupos con los que se siente unido pero también con los que no incluye el rol o roles que un individuo desempeña en un momento determinado y/o a lo largo de su vida.

-          Se da en un contexto relacional, es decir, influida por las reacciones, sentimientos, etc., que tienen los otros de nosotros mismos.


BIBLIOGRAFÍA

- Jordá, A (2013). Trabajo fin de máster. Máster en Investigación e Intervención en Ciencias de la Actividad Física y el Deporte. Universidad de Valencia. Tutor: José Devís Devís.



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