Parece realmente complicado decantarse por una
definición única del término autoconcepto ya que son numerosos los
autores que lo definen y han investigado sobre ello. La falta de una definición
universal ha sido uno de los grandes problemas a los que la literatura al
respecto se ha enfrentado (Bracken, Bunch, Keith, y Keith, 2000). A esta dificultad
debemos añadirle los problemas implícitos que ha presentado la traducción del
inglés, y la variedad de términos encontrados de idéntica semántica. En la
literatura americana los términos más utilizados para referirse a esta temática
son autoconcepto y autoestima; mientras que en la europea se
emplean con más frecuencia los términos
de conciencia y representación de sí mismo (L'Ecuyer 1978).
Dicha confusión conceptual sobre el tema del
autoconcepto, se puede apreciar en la proliferación de términos usados por los
distintos autores, tales como ‘conciencia de sí mismo’, ‘autoimagen’,
‘autopercepción’, ‘representación de sí’, ‘autoestima’. No obstante, se
refieren básicamente a los mismos contenidos. En términos generales, el
autoconcepto es la percepción de sí mismo, de manera específica, son las
actitudes, sentimientos y conocimientos respecto a las propias capacidades,
habilidades, apariencia y aceptabilidad social. Aunque los utilizados con mayor
frecuencia son autoconcepto y autoestima, algunos autores (Hughes, 1984)
reconocen la tendencia a utilizarlos como sinónimos, pero en líneas generales,
se acepta que el autoconcepto engloba ambos aspectos.
Revisando un poco la historia, antes
del siglo XX la discusión acerca del ‘yo’ se centraba en torno a conceptos
metafísicos tales como: alma, espíritu o voluntad, encuadrándose, dentro de los
ámbitos filosófico y religioso. Las raíces remotas acerca de cómo se produce el
propio autoconocimiento y cómo tal conocimiento afecta a la conducta, se
encuentran en las especulaciones filosóficas de muchos autores, y los primeros
psicólogos aceptaron su estudio como un legado. Precisamente, la elaboración, por
parte de la psicología del constructo del ‘autoconcepto’, término acuñado en el
siglo XX, representa un modo de acercamiento a la antigua cuestión filosófica
de ‘¿quién soy yo?’ (González, Tourón e Iriarte, 1994).En este sentido, podemos
remontarnos a Platón (en ‘Sobre el alma’ o ‘Fedón’) o bien a Aristóteles y sus
contemporáneos para encontrar alguna referencia a la dicotomía cuerpo y alma
(hilemorfismo). Hasta el siglo XVII, con Descartes y su cogito ergo
sum, no se enfatiza la centralidad del ‘yo’ en la conciencia, si bien
Locke y Hume añadieron un nuevo ingrediente que mejoró la ecuación la
importancia de la experiencia (empirismo). Posteriormente, Kant, en
su ‘Crítica a la Razón Pura’, especificó la distinción entre el ‘yo’ como
sujeto y el ‘yo’ en cuanto objeto, que más tarde abordaría también Schopenhauer
(conocedor-conocido).Ya en el siglo XIX, William James (The Principles of
Psychology, 1890) elaboró una forma más convincente de distinguir entre
sujeto-objeto y le dio al autoconcepto un tratamiento más profundo que
cualquiera de sus predecesores. Su idea clave fue la categorización del ‘yo
global’ en dos aspectos: el ‘mí’, para la persona empírica, y el ‘yo’,
para el pensamiento evaluativo, considerando el ‘yo global’ como la
simultaneidad de ambos.En esta línea evolutiva, a principios del siglo XX
aparecieron nuevas ideas, tales como la de Cooley, el ‘interaccionismo
simbólico’, ofreciendo una alternativa a las de James y Freud, que suponían la
existencia de los individuos anterior a sus contactos y relaciones, y que
después ampliarían otros autores como Mead, Cattell, Alpport, Goffman y
Erikson, entre otros (en Díaz-Aguado y Baraja, 1993).
En la segunda mitad del siglo XX, tres
cuestiones producen un aumento en el estudio del ‘yo’: 1) los trabajos
realizados durante los años 1950 y 1960 sobre la autoestima; 2) el interés por
el estudio de los procesos cognitivos en psicología; y 3) la aparición de una
serie de medidas como la escala de auto-conciencia de Feningstein, Scheier y
Buss (1975).
Wylie (1961) definió al autoconcepto como el
estudio de la conciencia directa. Una de las tesis fundamentales de esta
teoría es que la conducta se ve influenciada no sólo por el pasado y por las
experiencias presentes, sino además por los significados personales que cada
individuo atribuye a su percepción de esas experiencias. Ese mundo
personal privado del individuo es el que más influye sobre su conducta. De este
modo, el comportamiento es más que una mera función de lo que nos sucede desde
el exterior, y es también una consecuencia de cómo creemos que somos.A partir
de ahí, aparecen nuevas aportaciones, en el sentido del autoconcepto como
conjunto de actitudes del ‘yo’ hacia sí mismo. De igual forma, comienzan a
emplearse los términos: autoimagen, autoconfiguración, autovalía o autoeficacia
y autoestima, en sentido autoevaluativo o autovalorativo, que cada autor
argumenta para distinguirlo y darle mayor peso específico.
Markus (1977 citado de Bower, 1983)
menciona que el autoconcepto es una estructura cognitiva organizada que se
forma a partir de la experiencia que uno tiene de sí mismo, y que los
individuos, retienen nociones estereotipadas de sí mismos. El intento para
organizar, resumir o explicar la propia conducta resulta de la formación de
estructuras cognitivas acerca de sí mismo, a las que llama ‘esquema del sí
mismo’ u ‘organización del sí mismo’. Estas son generalizaciones cognitivas
derivadas de la experiencia social del individuo. Esto distingue a personas con
un esquema fuerte para autodefinirse, de aquellos que no lo poseen. Las
primeras pueden procesar información de sí mismos con rapidez, predecir sus
conductas futuras, resistir la información incongruente, y evaluar la
relevancia de la misma información.
Por tanto, hasta la década de 1970, el término auto-concepto fue comúnmente
aceptado como un constructo ‘unidimensional’, unitario y global, que depende de
la experiencia general del sujeto. Sin embargo, en los últimos 30 años, el
concepto ha ido adoptando un modelo ‘multidimensional' que se esfuerzan en
demostrar que el auto-concepto es propiamente multidimensional y jerárquico,
que se estructura en áreas de experiencia aunque todas ellas estén
relacionadas, de modo que podamos establecer un nivel general de auto-concepto
(Pérez-Delgado y Mestre, 1994.).
Wylie (1974) opina que el
autoconcepto incluye las cogniciones y evaluaciones respecto a aspectos
específicos del sí mismo, la concepción del sí mismo ideal y un sentido de
valoración global, autoaceptación y autoestima general. Epstein (1981), tras
hacer una profunda revisión de una serie de autores y para poder tener una idea
más clara sobre el autoconcepto, destaca como más sobresalientes sus
principales características:
· Es una realidad compleja,
integrada por diversos autoconceptos más concretos, como el físico, social,
emocional y académico.
· Es una realidad
dinámica que se modifica con la experiencia.
· Se desarrolla a partir de
las experiencias sociales, especialmente con las personas significativas.
· El autoconcepto es
la clave para la comprensión de los pensamientos, sentimientos y conductas o
comportamientos de las personas.
De 1980 en adelante, la concepción del
auto-concepto sufre un cambio de perspectiva, de un constructo ‘unidimensional’
a ‘multidimensional’, condicionado por la importancia que se le dio a la
posible influencia que podía ocasionar el ‘mundo exterior’ para su desarrollo.
El auto-concepto implica juicios que permiten conocerse, reconocerse y
definirse, es decir, forman parte de su conciencia de ser y estar. Debido a que
se define desde diversos enfoques, se pueden utilizar diferentes términos como
conocimientos de sí mismo, autoestima, imagen de sí mismo y autoconcepto de sí.
La formación del autoconcepto se da fundamentalmente por la socialización entre
el mundo de los padres y los iguales (Oñate 1989).Así pues, muchos autores de
esta década fueron postulándose definitivamente por un contructo
‘multidimensional’. Roid y Fitts (1988) definen el auto-concepto
como un conjunto multifásico de percepciones y expectativas con respecto a las
habilidades, limitaciones, conductas típicas, relaciones con otros, y
sentimientos positivos y negativos de valores personales. Según estos autores,
la estructura del auto-concepto está compuesta por tres dimensiones en las
que se estructura la experiencia sensible del sujeto, y que constituyen los
siguientes factores internos: a) identidad (con predominio del componente
cognitivo), b) autosatisfacción (para el área afectiva); y c) conducta
(referido al área del comportamiento).
Por otra parte, Roid y Fitts (1988) añaden
cinco dimensiones o factores externos que abarcan todo el campo experimental
del sujeto y que son definidas de la siguiente manera:
Ser físico: se refiere al
punto de vista del sujeto sobre su propio cuerpo material, el estado de salud,
el aspecto físico, su capacidad y sexualidad.
Ser ético - moral: hace referencia a la
percepción del sujeto sobre su propia fuerza moral, su relación con Dios, su
convicción de ser una persona buena y atractiva moralmente, la satisfacción con
su propia vida religiosa (o la ausencia de ella).
Ser personal: se refiere a la auto percepción
sobre los valores interiores del sujeto, su sentimiento de adecuación como
persona y la valoración de su personalidad independientemente de su físico y de
sus relaciones con los otros.
Ser familiar: refleja el propio sentimiento de
valoración e importancia del individuo como miembro de una familia y como
perteneciente a un círculo restringido de amigos.
Ser social: tiene que ver con la percepción de la
relación de uno mismo con los otros. Hace referencia a la capacidad de
adaptación de un sujeto con el medio y el valor de su interacción social con
las otras personas en general.
Los cinco aspectos externos del auto-concepto y
los tres aspectos internos se cruzan, y la identidad, la autosatisfacción y la
conducta están configuradas por componentes del ‘yo’ físico, moral-ético,
personal, social y familiar. Además, las actitudes hacia sí mismo en cada uno de
estos cinco campos de experiencia (físico, moral-ético, social, familiar y
personal) tienen un componente cognitivo (identidad), un componente afectivo
(autosatisfacción) y un componente comportamental (conducta). Estos cinco
aspectos externos aparecen en la Tennessee Self Concept Scale,
construida por Fitts (1965), pero en la última versión (Fitss y Warren, 1996)
los autores realizan una adaptación para aplicar también en niños y añaden un
factor externo denominado académico/ laboral, que refleja cómo se ven en la
escuela o en sus trabajos.
Un ejemplo de interrelación entre los aspectos
internos y externos que conforman el término auto-concepto puede ser el caso de
un niño que posee una percepción baja (factor interno a nivel cognitivo) en su
habilidad física (factor externo a nivel físico) y en cambio una percepción
alta (factor interno a nivel cognitivo) en su habilidad social (factor externo
a nivel social). Ahora bien, dependiendo del grado de importancia que se le otorgue
a cada dominio tendrá una influencia u otra sobre su autoestima. Si le da mucha
importancia a su habilidad física, por considerarla un dominio importante,
puede afectarle a su autoestima, al percibirla baja, entendida ésta como una
reacción afectiva hacia la evaluación de lo que el individuo es (Harter 1990).
A pesar de la unanimidad que
encontramos en utilizar un modelo multidimensional para entender el constructo
del auto-concepto, ésta no se ha reflejado a la hora de determinar los dominios
primarios que componen el término. Algunos dominios han sido considerados con
bastante frecuencia entre los teóricos, pero también, en ocasiones, se han dado
omisiones de dominios obvios según Bracken, et al. (2000). Por
ello, para dar prueba de la universalidad de los subdominios del
auto-concepto, estos autores realizan un estudio de análisis factorial de los
cinco instrumentos de medida del auto-concepto y la autoestima más utilizados
para valorar tales constructos. Estos instrumentos fueron: Coopersmith
Self-Esteem Inventory (Coopersmith 1967 y 1987), Multidimensional
Self Concept Scale (Bracken, 1992), Piers–Harris Self-Concept
Scale (Piers, 1984), Self-Esteem Index (Brown y
Alexander, 1991) y Tennessee Self-Concept Scale (Roid y Fitts,
1988).
En todos
estos instrumentos se proporciona soporte a los seis subdominios del
auto-concepto que aparecen en la Multidimensional Self Concept Scale (Bracken,
1992). Estos seis dominios del auto-concepto, son importantes en el
funcionamiento psicosocial de los adolescentes, y son: el dominio social, el de
la competencia, el afectivo, el académico, el familiar, y el físico. Así,
Bracken et al. (2000) proponen que el auto-concepto puede ser
conceptualizado como multidimensional, dependiente del contexto y jerarquizado.
Por tanto, hasta la década de 1970, el término auto-concepto fue comúnmente aceptado como un constructo ‘unidimensional’, unitario y global, que depende de la experiencia general del sujeto. Sin embargo, en los últimos 30 años, el concepto ha ido adoptando un modelo ‘multidimensional' que se esfuerzan en demostrar que el auto-concepto es propiamente multidimensional y jerárquico, que se estructura en áreas de experiencia aunque todas ellas estén relacionadas, de modo que podamos establecer un nivel general de auto-concepto (Pérez-Delgado y Mestre, 1994.).
· Es una realidad compleja, integrada por diversos autoconceptos más concretos, como el físico, social, emocional y académico.
· Es una realidad dinámica que se modifica con la experiencia.
· Se desarrolla a partir de las experiencias sociales, especialmente con las personas significativas.
· El autoconcepto es la clave para la comprensión de los pensamientos, sentimientos y conductas o comportamientos de las personas.
A pesar de la unanimidad que encontramos en utilizar un modelo multidimensional para entender el constructo del auto-concepto, ésta no se ha reflejado a la hora de determinar los dominios primarios que componen el término. Algunos dominios han sido considerados con bastante frecuencia entre los teóricos, pero también, en ocasiones, se han dado omisiones de dominios obvios según Bracken, et al. (2000). Por ello, para dar prueba de la universalidad de los subdominios del auto-concepto, estos autores realizan un estudio de análisis factorial de los cinco instrumentos de medida del auto-concepto y la autoestima más utilizados para valorar tales constructos. Estos instrumentos fueron: Coopersmith Self-Esteem Inventory (Coopersmith 1967 y 1987), Multidimensional Self Concept Scale (Bracken, 1992), Piers–Harris Self-Concept Scale (Piers, 1984), Self-Esteem Index (Brown y Alexander, 1991) y Tennessee Self-Concept Scale (Roid y Fitts, 1988).
Bracken (1992) propuso que los seis factores
primarios superpuestos del auto-concepto pueden estar moderadamente
correlacionados, y conjuntamente formarían una configuración que tendría como
factor general el auto-concepto (Figura 1). Cada uno de estos factores
primarios puede ser evaluado por separado, administrando cualquiera de las seis
baterías de 25 ítems, o en combinación, donde la batería comprende una
evaluación de 150 ítems del auto-concepto global del sujeto.
Para entender estos seis dominios, Bracken (1992) da
una pequeña definición de cada uno de ellos:
Auto-concepto académico: Representa cómo una persona
se siente en el ámbito académico o en relación a su progreso en dicho ámbito.
Algunos factores que pueden influir en el auto-concepto académico son: (a)
éxitos y fracasos en el currículum escolar; (b) dificultad o facilitad para
adquirir la información; (c) la inteligencia y las habilidades cognitivas, y en
consecuencia, la comparativa con las habilidades de los compañeros; (d) las relaciones
con los adultos y compañeros del ámbito escolar; (e) la aceptación de las
propias ideas y de los demás en el ámbito escolar.
Auto-concepto afectivo: Hace referencia a los
aspectos relacionados con una conciencia auto evaluadora y con la aceptación de
un estado de afectividad en los momentos que contribuyen a generar estados
afectivos diversos en el individuo. Por ejemplo, contar con un positivo
auto-concepto afectivo vendría dado por la capacidad de mantener orientaciones
afectivas positivas y hacer frente a situaciones o estados negativos, como
puedan ser en un estudiante la ansiedad, avergonzarse rápidamente o enfadarse
con facilidad.
Auto-concepto de competencia: Se define como la
evaluación que una persona hace de su habilidad en conseguir sus necesidades
básicas. La competencia positiva haría referencia a la facilidad para conseguir
las necesidades de un individuo.
Auto-concepto familiar: Este dominio hace relación a
cómo las personas se sienten como miembros de una familia, con su entorno
familiar. El auto-concepto familiar está influenciado por características
individuales, tales como la salud física o mental del sujeto, y por
características extra individuales, como el tamaño de la familia.
Auto-concepto físico: Hace referencia a cómo una
persona se siente en lo que respecta al ámbito físico. Se incluye la apariencia
personal (talla o color de pelo, por ejemplo), limitaciones físicas y de salud
(enfermedades o buena salud, por ejemplo) y las destrezas (habilidad atlética,
por ejemplo).
Auto-concepto social: Refleja cómo una persona se
siente en su habilidad de interaccionar con otros, participar socialmente y ser
aceptado en el ámbito social.
Bracken et al. (2000) reconocen la existencia de
subdominios a partir de estos seis dominios primarios. Por ejemplo, cuando el
auto-concepto físico se solapa con el auto-concepto de la competencia, aparece
el subdominio del auto-concepto deportivo. Incluso, no descartan la posibilidad
de que existan otros dominios primarios del auto-concepto, pero no fueron
medidos con ninguno de los cinco instrumentos que analizaron.
En las últimas décadas se ha venido subrayando la
importancia del autoconcepto en el bienestar subjetivo desde diferentes ámbitos
de la psicología, y esto, ha contribuido para que el autoconcepto tenga un
lugar central en la explicación del comportamiento humano (Tesser, Felson
& Suls 2000). El interés por estudiar el autoconcepto se deriva de que
las personas que se ven positivamente y conducen e interpretan el mundo de
diferente manera a las que se ven de manera negativa, hay entonces una relación
directa entre autoconcepto y conducta, pues en base al primero, las personas se
forjan metas y estrategias. Así mismo, se reflejan variables personales,
sociales, ambientales, intelectuales y afectivas (Jurado de los Santos, 1993).Finalmente,
surge un interés por el estudio de otros términos como la auto-evaluación,
auto-ensalzamiento y el auto-control (Goñi & Fernández, 2007 tomadado
de Goñi 2009). El aspecto del auto-concepto que ha recibido mayor atención en
la Psicología Social es la parte evaluativa, más conocida como la autoestima
(evaluación positiva o negativa que realiza uno sobre sí mismo en términos
afectivos, de Tesser y Schwarz 2001). De ahí que para evaluar el auto-concepto
se hayan utilizado escalas que en su denominación hacen referencia claramente
al término autoestima, como por ejemplo la Self-Esteem
Inventory (Coopersmith, 1987)
o la Self-Esteem Index (Brown y Alexander, 1991).
Cada
persona es única, posee su propio autoconcepto e identidad, dos aspectos que
forman parte de la personalidad que en conjunto se desarrollan a través del
mundo externo en que vivimos. El desarrollo de la personalidad se encuentra en
función de secuencias de estadios, los estadios son cambios, pero también
estabilidad, ya que son bloques homogéneos. El ‘yo’ se va fortaleciendo hasta
alcanzar una identidad definitiva, siendo la etapa de la adolescencia cuando se
debe construir dicha identidad. Posteriormente en el período de adultez inicial
se entra al mundo adulto, aquí hay una transición hacia los 30 años con una
cierta acomodación, y finalmente se entra en el período de adultez mediana que
dura hasta los 50 años, donde culmina el desarrollo de la vida adulta. Erikson
(1968).
Para
Marcia (1966), los estados de identidad en la adolescencia afectan y forman la
identidad futura. Se determinan por la presencia o ausencia de dos elementos
cruciales: ‘crisis y compromiso’. La ‘crisis’ se refiere a un periodo de toma
de decisión consciente en diversos aspectos importantes de la identidad
personal. El ‘compromiso’, implica una decisión en un sistema de
creencias y el involucrarse en actividades que tienen relación con
estas.Los 4 estados de la Identidad serían explorados a través de
la Escala de Identidad de Groningen (Erikson, Marcia, Bosma), Groningen Identity Development
Scale (GIDS), Bosma (1985).
Esta
escala fue construida de acuerdo al modelo de Teórico de Erikson de identidad
en la adolescencia, examinando las variables en que se presenta:
El
contenido-extensión de un compromiso
La
intensidad del compromiso
La
extensión de la exploración
El
resultado del estudio por áreas, fue usado para definir en qué áreas podrían
encontrarse los compromisos del examinado, ya que existe la idea que estos
compromisos son una muestra de la intensidad y estabilidad del sentido de
identidad. Inicialmente fue explorado si existían compromisos en una extensa
lista: colegio, ocupación futura, hobbies, tiempo libre, amigos, padres, casa,
política, sociedad, relaciones íntimas, religión, uno mismo, interacción
social, apariencia física, felicidad, salud, libertad, dinero y otras
áreas.Esta lista posteriormente fue abreviada para permitir hacer generalizaciones
sobre el sentido de la identidad de la persona, ya que en algunos casos estas
áreas están compuestas de más de un compromiso. En cada una de las siguientes 6
áreas la persona es interrogada acerca de su situación e
historia:1. Filosofía de la vida: Área compuesta que incluye
religión, política y valores en general. Esta área es discutida brevemente y
luego se sigue con las otras para chequear nueva información, sobre todo si hay
una conexión, si se encuentran íntimamente relacionadas. Esta conexión significa
que el compromiso de la persona tiene conexión con dos o tres áreas al mismo
tiempo.2. Padres: Cómo es la relación del sujeto con los padres y cómo
valora esta relación. Para la mayoría de los adolescentes la relación con los
padres es el aspecto más importante de su situación en la casa.3. Amigos:
Tienen una importancia central en la vida de los adolescentes.4. Escuela,
ocupación futura y del tiempo libre: Si el colegio es significativo
en sí mismo, o si lo es como preparación para una vocación futura, y las
actividades durante el tiempo libre, un escape de estas
obligaciones.5. Características Personales: Tiene relación con las áreas
de apariencia física o características del cuerpo, Rol sexual, y
personalidad. Es un área compuesta, aunque no necesariamente sea
interpretado que constituya algo como el ‘yo’.6. Relaciones Íntimas:
Es definida como algo no explícitamente sexual pero incluye por ejemplo
relaciones prematrimoniales.
Adentrándonos
en el término de Identidad, Berger y Luckmann (1988) no diferencian entre
identidad personal y colectiva, porque entienden la identidad como un fenómeno
que surge de la dialéctica entre el individuo y la sociedad, y sólo es
inteligible dentro de un mundo social. La
idea de identidad social remite a la experiencia de lo grupal, del ‘nosotros’,
remite también a los vínculos o como decimos en un lenguaje social más
contemporáneo, a las redes (Iñiguez, 2001).
Aquello
que denominamos identidad, individual o social, es algo más que una realidad
‘natural’, biológica y/o psicológica, es más bien algo relacionado con la
elaboración conjunta de cada sociedad particular a lo largo de su historia,
alguna cosa que tiene que ver con las reglas y normas sociales, con el
lenguaje, con el control social, con las relaciones de poder en definitiva, es
decir, con la producción de subjetividades (Cabruja, 1996, 1998; Pujal, 1996).
Hall (1996) considera que la estructura social, la cultura y las instituciones,
son modelos que asumimos desde el momento en que nacemos y serán determinantes
a lo largo de nuestras vidas para conformar la identidad. Por tanto, estamos
inmersos en una realidad social con carácter histórico, en construcción
continua pero que pervive al propio ser humano. Esta perspectiva se caracteriza
por un alto grado de determinismo para la conducta humana. “Somos actores que
representamos nuestros roles en la sociedad según la situación nos exige en
cada momento” (Hall, 1996:18). “Lo social determina lo individual, por tanto,
conociendo la estructura social podemos conocer mejor las razones de nuestra
conducta” (Hall, 1996:19). Conceptos como poder, liderazgo, obediencia,
atracción, comunicación interpersonal…son centrales en este campo.
Rosenberg y Turner (1979 citado de Back, 1981)
hacen hincapié en la necesidad de estudiar las interacciones sociales en
situaciones de la vida real. Adquiere importancia la socialización a través de
la cual los individuos aprenden a ser miembros de una sociedad, y asociado con
ella, el concepto central de identidad que será investigado en ‘situaciones de
la vida real’, y no en el laboratorio. Dentro de esas interacciones,
encontramos el ‘interaccionismo simbólico’ como la perspectiva con mayor
influencia en el estudio y comprensión de la socialización del ser humano. El
‘interaccionismo simbólico’ ostenta cuatro ideas principales, Hall (1996):
-
El papel de la
interacción social: Es importante recalcar el papel activo del ser humano que
además sirve como motor del cambio social. Nuestra conducta se establece en la
‘acción sobre el otro’, por lo que somos actores y sujetos de la acción al
mismo tiempo.
-
La importancia del
pensamiento: Pensar en cada situación específica es un punto central de
nuestros actos; y dicho pensamiento está determinado por la interacción con los
demás.
-
El papel de la
¿’conceptualización’?: Nuestra concepción de la realidad es el referente a partir
del cual actuamos, y se construye a partir de la interacción social y nuestro
pensamiento.
-
La importancia del
presente: Nuestra situación presente determina nuestros actos.
Finalmente,
Hall (1996) propone tres conceptos de identidad que se forman a lo largo del
desarrollo personal y social del individuo:
·
Sujeto Ilustrado.
“Persona
centrada, unificada, racional y consciente. Se mantiene esencialmente igual a
lo largo de su vida. Se define por su identidad personal” (concepción
individualista del sujeto y de su identidad). (Hall, 1996:275).·
·
Sujeto sociológico.
“El
sujeto entendido no como un ser autónomo y autosuficiente, sino como un ser
constituido a partir de su relación con los otros”. El sujeto queda mediatizado
por los valores, significados y símbolos de la cultura en la que vive.
De acuerdo a esta perspectiva, el sujeto existe ‘por sí mismo’ pero está
continuamente formándose y modificándose en su relación con la sociedad, que le
ofrece distintas referencias de identidad a las que acogerse. “La ‘identidad
cultural’ serviría de ayuda al individuo para armonizar la propia subjetividad
con el papel que se espera que ocupe dentro de la sociedad”. Para ello cada uno
de nosotros internalizamos los significados y valores que pasan a ser parte de
nosotros. (Hall, 1996:276).
·
Sujeto postmoderno
El sujeto postmoderno carece de una
identidad fija, esencial o permanente. Dicha identidad se transforma y adapta a
los sistemas culturales en
que está inmerso el sujeto. Por tanto la identidad queda definida
históricamente, asumiendo el sujeto diferentes identidades a lo largo del
tiempo. “La construcción del ‘si mismo’ recoge identidades contradictorias
entre sí, quedando tan solo la apariencia de una identidad unificada a través
de una ‘narrativa del ser’ que ofrece una visión psicológicamente confortable
pero irreal”. En un sistema cultural complejo y cambiante, desarrollamos
múltiples identidades, que conforman lo que somos y lo que vamos dejando de ser
a cada momento. (Hall, 1996:277).
Para
acabar con este apartado, Weston y Heim (2003) aglutinan correctamente todas estas
acepciones de la identidad mostradas con la siguiente afirmación: “La identidad
es una construcción altamente personal desarrollada a través de la integración
de varias identificaciones y des-identificaciones con otras personas
significativas y grupos de referencia, y una construcción social generada a
través de la interiorización de roles y del reflejo de las valoraciones de
otros” (Citado en Gaviria, Cuadrado y López, 2009:441)
De
esta definición destacamos cuatro características que la conforman:
-
Se trata de un
proceso que se construye de manera principalmente personal.
-
Tiene en cuenta otras
personas y/o grupos con los que se siente unido pero también con los que no incluye
el rol o roles que un individuo desempeña en un momento determinado y/o a lo
largo de su vida.
-
Se da en un contexto
relacional, es decir, influida por las reacciones, sentimientos, etc., que
tienen los otros de nosotros mismos.
BIBLIOGRAFÍA
- Jordá, A (2013). Trabajo fin de máster. Máster en Investigación e Intervención en
Ciencias de la Actividad Física y el Deporte. Universidad de Valencia. Tutor:
José Devís Devís.
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